A través de un repaso de varias obras de la literatura universal y en especial de algunos autores cubanos, Rodolfo Martínez Sotomayor esboza cómo la identidad de los sujetos y de las naciones se desarrolla en profunda interacción con los espacios citadinos. Ese punto de partida le permite reflexionar sobre la nostalgia como un componente casi inevitable en las vivencias y la sensibilidad del cubano.
La Pequeña Habana puede ilustrar cabalmente tales ideas, más aun si se le conoce o se le redescubre a través del último libro de crónicas de Ernesto G., que Martínez Sotomayor recomienda. En sus consideraciones sobre este texto resalta la ventaja de que el cronista conjugue ese rol con sus habilidades como hábil y preciso narrador:
«Sus crónicas devienen a veces en breves monólogos, parlamentos que destilan una fina sutileza, piezas narrativas que establecen con el lector una cálida intimidad. También encontramos juegos filosóficos con un viso poético, donde la imagen se carga con traslúcidas resonancias que atrapan con su prosa rítmica hasta el “knockout” final».
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