En Diario de Cuba, María Cristina Fernández nos comparte su lectura de El profundo azul del aire (Ediciones Furtivas, 2021), cuaderno de poemas de Alejandro Querejeta Barceló:

Leer a Alejandro Querejeta es entrar a un lago de agua helada y quieta. Sensación: anestesia. Salgo de esos versos con la calma de quien no ha sido impelido a disentir o a blasfemar. De lo más prosaico que he encontrado en esta reciente lectura son estos versos: “Comió pan y vino, queso cubierto de artemisas”.

¿Cómo se presenta un libro de nombre tan atemporalmente lírico como El profundo azul del aire? Yo que apenas tengo publicado un libro de poesía, mis poemas de la cocina, donde campean cocineros con adicciones, y hay olor a sangraza y a humos de asador, ¿qué puedo decir de los poemas del escritor cubano asentado en Ecuador, de su tesitura impoluta, su ausencia de disonancia, la discreción con que elude cualquier acotación personal?

El maestro, lo llama Karime Bourzac, gestora de Ediciones Furtivas, y lleva con él una relación imbricada con su biografía santiaguera. Igual que ella, yo también nací en esa ciudad donde alternan los trinos de las mujeres del Coro Madrigalista con los cutarazos de la gente arrollando en la conga de los Hoyos. En Holguín, la ciudad natal de nuestro poeta, le sucedió un extrañamiento irreversible en su visita última: una reja aprisionaba la que fuera su casa familiar; nunca más suya, nunca más entrañable sino en la memoria.

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