En la revista El Estornudo, la escritora Legna Rodríguez Iglesias reseña ‘P’, de María Cristina Fernández (Ediciones Furtivas, 2020):

Con una ‘P’ del tamaño de una P, la escritora María Cristina Fernández cava un pozo en la narrativa cubana de Miami, narrativa peligrosa.

Para ello, sin ser objetivo ni superobjetivo, debió cavar algo con p y ese algo resultó ser puñetero. No levanta penthouse, torre o montaña. No levanta nada que se levante porque aquí no hay nada que levantar. El agujero es profundo y pedestre, no en la forma sino en el contenido, como los sueños o los recuerdos de infancia, llenos de torpezas y sucesos inexplicables, algo que debe, por ley, conseguir la nada. Algo que está en la oscuridad, algo lleno de deseo impetuoso que está en la oscuridad: pasiones y presiones. Una luna, una sombra, un contorno, un halo luminoso fuera del alcance de todas las miradas. Lo profundo prolifera.

‘P’, publicada por Ediciones Furtivas, ubica su relato en las afueras de uno de los condados de Estados Unidos donde mejor se define la P: Miami. No en las afueras, precisamente, sino entre paredes que están en las afueras, en interiores sin ventilación, en cubículos pequeños, en puentes de hierro formados por una cabilla doblada sobre otra cabilla doblada. Interiores patrocinados por un sistema-rapiña, un sistema-águila, un sistema-pantano. Lo imperial sí desampara.

Siempre que estoy frente a este tipo de maleza que preludia un bosque (el que llevo en la memoria, ese bosque vestigial) quiero penetrarlo.

Se penetra el libro como se penetra un bosque. Sorteando malezas, plantas carnívoras, animales salvajes, fieras. El bosque, sin embargo, es un desierto. Los atributos que lo constituyen y que necesita para ser un bosque están en los intersticios, por debajo, entre líneas y pieles. Un bosque desierto con P de paralelogramo. Un paralelogramo iluminado por la luna: diecisiete.

¿Qué es lo que diferencia a un hombre de otro hombre? A simple vista nada. Ambos tienen brazos y fuerza en los brazos. Tal vez uno tiene menos fuerza que otro, pero eso no se nota. Ambos tienen piernas y movilidad en las piernas. Tal vez uno tiene más movilidad que otro pero eso no se nota. Ambos tienen cabeza y pensamientos que los distraen. Tal vez uno es más distraído que otro, pero eso no se nota. Ambos tienen boca y ojos y pene. Pero después de leer P, de María Cristina Fernández, sé con toda certeza que un hombre es diferente a otro hombre y que los crímenes que cada uno ha cometido es lo que diferencia a uno de otro.

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