Para Manuel García Cartagena, la principal apuesta de Tantas razones para odiar a Emilia (Ediciones Furtivas, 2021), la novela de José M. Fernández Pequeño, “consiste en recordarnos a todo momento que eso que llamamos ‘nuestra vida’ no es a fin de cuentas otra cosa que una larga y casi siempre aburrida ficción que, para colmo, se ve constantemente interceptada, pespunteada, pisoteada y casi fundida por y con una serie interminable de ficciones ajenas”
A la construcción de este efecto de disolución de la oposición entre lo real y lo ficticio contribuye de manera ejemplar el mismo esquema de la novela de Fernández Pequeño. En dicho esquema se alternan, por un lado, capítulos narrados en primera persona del singular en los que se cuenta el devenir del ya mencionado artista visual Osvaldo Bretones, y por el otro lado, capítulos narrados en tercera persona omnisciente en los que se cuenta lo que le sucedió a ese otro personaje llamado Marcos Soria Creek, un magnate de las telecomunicaciones en Santo Domingo, quien, al despertarse una mañana, luego de una noche de parranda y celebración, descubre presa del más auténtico espanto kafkiano que ahora su espíritu se halla alojado en el cuerpo de otro hombre y que, por esa razón, ya no podría seguir disfrutando de ninguno de los privilegios propios de su antigua condición.
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» a todo momento» no existe con esa preposicion.
Deber ser: » en todo momento»
Aun si la Academia es una «maquinaria dictatorial» en referencia a reglas y estructuras del lenguaje a la que a veces es bueno desobedecer y actuar desde la esquizofrenia y la ramificacion deleuzina, pero…… «a todo momento» no existe.